Dos óvulos fecundados por dos espermatozoides coincidieron en un útero y, en vez de dar lugar a dos hermanas, se fusionaron para formar una sola persona: Karen Keegan. Cuando tenía 52 años, esta mujer de Boston sufrió un gravísimo fallo renal, pero por suerte tenía tres hijos dispuestos a donarle un riñón. Los médicos hicieron pruebas genéticas para ver qué descendiente era más compatible y se llevaron una sorpresa mayúscula: el test decía que dos de ellos no eran sus hijos. La realidad era más asombrosa todavía: Karen Keegan tenía dos secuencias de ADN distintas, dos genomas, dependiendo de la célula que se mirase. El biólogo Alfonso Martínez Arias sostiene que esta mujer quimérica es una prueba contundente de que el ADN no define la identidad de una persona.