Fue lo que los militares llaman una maniobra envolvente. Después de 2,5 millones de años prosperando por toda Eurasia, la península ibérica incluida, el rinoceronte lanudo (Coelodonta antiquitatis) se fue retirando cada vez más al este y cada vez más al norte, perseguido por el mal clima y rematado por los neandertales y, en especial, por los humanos modernos. Al final, cuando la edad de hielo había pasado y el planeta entraba en la era actual, como le sucedió a los mamuts y la mayoría de la megafauna, solo quedaban unos pocos en el extremo nordeste de Siberia. No llegaron a cruzar a América por el estrecho de Bering, se extinguieron antes. Ahora, el modelado de aquella retirada ha permitido repartir las culpas: los vaivenes climáticos fabricaron su ataúd y la caza humana puso los clavos. Los autores de esta investigación creen que cuatro de las cinco especies de rinocerontes que quedan también están en la misma autopista a la extinción. Pero les quedan unas pocas vías de salida.