Hay un cáncer de pulmón que crece enfurecido, rapidísimo y de forma muy agresiva. Es el tumor de células pequeñas (o microcítico), una enfermedad que se expande vertiginosamente y, cuando da la cara, suele estar ya muy avanzada, con metástasis en otros órganos y un pronóstico muy desfavorable. Su biología es tan violenta, que la ciencia llevaba décadas sin tomar la delantera, con poco más que quimioterapia para darle el primer golpe, pero sin muchas más armas para defenderse cuando volvía a aparecer. Sin embargo, esa travesía por una especie de desierto terapéutico ha comenzado a llegar a su fin. Paso a paso, con resultados discretos, pero firmes, una nueva generación de fármacos ha empezado a abrir una brecha de luz en este nefasto tumor.