Un agujero en un punzón de hueso debió ser uno de los grandes motores de la expansión humana en sus inicios. Durante cientos de miles de años, las primeras especies de homínidos no necesitaron de mucho abrigo, el clima en la mayor parte de África lo hacía innecesario. Sin embargo, con su expansión cada vez más al norte, el registro fósil muestra cómo se fueron abrigando. No se ha conservado ropa, pero sí un número creciente de herramientas para confeccionarla. Primero fueron simples lascas para arrancar y cortar las pieles, pero después fueron apareciendo punzones y buriles para agujerearla y coserla. Pero la gran innovación, protagonizada por los sapiens, fueron las agujas de coser. Con ellas, los primeros humanos ya no solo se vistieron para protegerse mejor todavía del frío, también les permitió usar las prendas como forma de expresión, como cultura.