Artemis consigue despegar después de cuatro intentos fallidos.
El nuevo cohete lunar de la NASA despegó en su primer vuelo con tres maniquíes de prueba a bordo, a primera hora de este miércoles.
Es un programa de prueba para que Estados Unidos vuelva a poner astronautas en la superficie lunar por primera vez desde el final del programa Apolo hace 50 años, y cuyo objetivo final es establecer presencia humana en la Luna como un paso previo para llegar a Marte.
La última misión de la NASA en la que sus astronautas pisaron la Luna se remonta a Apolo 17, que se llevó a cabo entre el 7 y el 19 de diciembre de 1972.
Vista de la nave espacial DART en su aproximación final al asteroide Dimorphos.
La nave espacial DART ha colisionado contra una roca espacial inofensiva para cambiar su órbita, una táctica que podría utilizarse algún día para evitar que un asteroide más peligroso impacte en la Tierra.
A casi 11 millones de kilómetros de la Tierra, una nave espacial que viajaba a más de 22 530 kilómetros por hora se ha estrellado esta madrugada española contra un pequeño y desprevenido asteroide que, durante eones, había estado flotando en el espacio sin ser molestado.
La colisión entre la nave espacial Double Asteroid Redirection Test (DART, dardo en inglés) de la NASA y una roca de 152 metros de ancho llamada Dimorphos, que tuvo lugar a las 01:14 a.m. (hora peninsular española), marca la primera vez que los humanos han cambiado intencionalmente el curso de un objeto celestial. También es la primera prueba de una audaz estrategia que podría utilizarse para desviar cualquier asteroide futuro que esté en curso de colisión con la Tierra.
Aunque los científicos confían en que un asteroide lo suficientemente grande como para causar la extinción de todo el planeta no amenazará a la Tierra durante al menos 100 años (después de los cuales es difícil predecir sus órbitas), todavía es posible que nos sorprenda una roca más pequeña, potencialmente destructora de ciudades, procedente del espacio. Y con el tiempo, ya sea en cientos, miles o millones de años, es casi seguro que la vida en la Tierra se enfrentará a una amenaza existencial de un asteroide.
Para practicar la conformación de esa realidad, la NASA envió a DART a toda velocidad hacia su desaparición. A medida que se acercaba, la nave espacial tomaba furiosamente imágenes de Dimorphos, que rápidamente pasó de ser un puntito de luz a llenar su campo de visión, hasta el momento del impacto, cuando todo se oscureció.
Nuestro primer vistazo a Dimorphos
Dimorphos orbita alrededor de un asteroide más grande llamado Didymos, y los dos asteroides no se consideran una amenaza para la Tierra, lo cual es una de las razones por las que la NASA los puso en el punto de mira de la nave espacial DART para esta primera prueba de defensa planetaria.
FOTOGRAFÍA DE SPACEX
Descubierto en 1996, Didymos, que significa «gemelo» en griego, tiene aproximadamente 800 metros de diámetro y está relativamente bien estudiado. Sin embargo, nadie había podido ver bien su pequeña luna hasta que el DART se estrelló contra ella. Los equipos han bautizado recientemente la roca espacial con el nombre de Dimorphos, que en griego significa «tener dos formas»: una antes del impacto y otra después.
La colisión se asemeja a los desesperados intentos de última hora para salvar a la Tierra de la aniquilación cósmica en las superproducciones de Hollywood. Pero, a diferencia de las tramas cinematográficas para hacer explotar los asteroides antes de que choquen con el planeta, el impacto del DART no fue un intento de arrasar el Dimorphos. Fue más bien un golpe de efecto, un empujón lo suficientemente fuerte como para cambiar la órbita del pedrusco sin romperlo en pedazos.
Las auroras boreales se producen cuando las erupciones solares lanzan partículas cargadas hacia la Tierra a cientos de kilómetros por segundo. Normalmente, el fenómeno se ve más en los polos porque el campo magnético que protege la Tierra es más débil. Sin embargo, cuando la tormenta solar es muy potente, puede sacudir la magnetosfera y dejar que las partículas dibujen auroras tan al sur como España o Cuba. Está previsto que entre 2024 y 2025 se alcance un máximo de actividad solar y eso incrementa las probabilidades de que el fenómeno se produzca con mayor frecuencia mucho más al sur de lo habitual.
Muchas canciones se han escrito sobre bailar pegados, bailar solos, apretados, bailar como si nadie mirara… El tema ha sido analizado desde un punto de vista poético, pero no tanto desde el científico. Hasta ahora. Un estudio ha analizado la sincronía interpersonal en el baile humano. En la discoteca nos sincronizamos como una bandada de estorninos o un banco de peces. En parte porque escuchamos la misma música, que funciona como metrónomo y marca el tempo; pero también hay un componente social. El baile se imita, el baile se pega como un virus, se extiende y se contagia por la pista. “Es algo que todos sabemos”, explica Giacomo Novembre, neurocientífico y director del The Neuroscience of Perception and Action Laboratory (NPA Lab), responsable del estudio. “Pero no entendemos por qué sucede, cómo funciona este proceso de sincronización a un nivel casi subconsciente. Es lo que hemos querido averiguar”.
En su primer volumen de Historia de la sexualidad (Siglo XXI), el filósofo francés Michel Foucault nos cuenta cómo la afición al placer carnal es examinada de manera científica desde la medicina, ya sea desde la psicología, la psiquiatría o desde la urología. Porque será a partir del siglo XIX cuando el sexo se articule con el discurso de la ciencia.
Solo 16 incendios producidos en la última década fueron responsables del 82% del área total quemada en Chile en medio siglo. En el verano austral de 2019 a 2020 se quemaron en Australia 23 millones de hectáreas, superficie equivalente a la mitad de España. Los 6.669 fuegos desatados en Canadá en 2023, cuyas cenizas llegaron hasta Galicia, hicieron de ese año el peor de su historia. Siberia lleva cinco veranos sufriendo incendios a gran escala. Y los 10.518 fuegos producidos en territorio español en 2022 se llevaron por delante 115.195 hectáreas arboladas. Para algunos, estas señales indican que el planeta está entrando en una nueva era del fuego, el Piroceno. Para otros, la relación entre humanos e incendios no ha cambiado tanto.
Hace unas semanas se supo que un orangután se aplicaba un emplasto a base de una planta medicinal en una fea herida que tenía en la cara. Ahora, a miles de kilómetros, en otro continente, se da a conocer que otro gran simio, el chimpancé, usa un abanico de vegetales, desde hojas a corteza de árboles, para tratar sus males. El análisis de estas plantas, algunas habituales de la medicina tradicional, ha demostrado que la mayoría tiene actividad antimicrobiana y, un tercio, antiinflamatoria. Los autores de este trabajo creen que los grandes simios podrán ayudar algún día a los humanos a descubrir nuevos fármacos.