Hay un símbolo que se repite constantemente en el imaginario de las personas de ciencia. Se trata de un punto incandescente en la noche del desierto de Los Álamos; la brasa del cigarrillo de Oppenheimer, vestido de traje y corbata, con su sombrero calado hasta las cejas, caminando cabizbajo mientras busca la llave perdida que un mal día abrió las puertas del infierno.