
Historia
El origen del fuerte de Navidad hay que remontarlo a finales del siglo XVII, cuando la amenaza de un ataque de la flota francesa a la ciudad portuaria fue algo más que un inquietante temor, tras los bombardeos de Alicante y Barcelona (1691). Cartagena se había convertido, desde 1668, en una importante base naval, al haber ordenado la Corona que las Galeras de España invernasen en su puerto. Por tanto, era necesario impedir que buques enemigos pudieran poner en peligro la seguridad del puerto. Y así, en el contexto de la Guerra de los Nueve Años (1688-1697), se construyó una plataforma donde disponer la artillería y proteger a sus sirvientes con un parapeto.
El fuerte de la Navidad, que cruzaba fuegos con las baterías de Santa Ana y Trincabotijas y batía la entrada a Escombreras, fue parcialmente reformado durante el siglo XVIII. Así, hacia 1740, el ingeniero militar Estéban de Panón reforzaba la batería para que pudiese formar parte de un amplio despliegue defensivo en la bocana del puerto, y defender así las grandes obras que se iban a dar en Cartagena durante aquel siglo: Arsenal, murallas, fuertes, edificios militares…
El día 23 de febrero de 2004 el Ministerio de Defensa cede en uso el Fuerte de Navidad al Ayuntamiento de Cartagena, para usos turísticos con la condición de que este lo restaure. El consistorio tiene ya un acuerdo con la Dirección General de Cultura de la Comunidad Autónoma para sufragar el presupuesto de rehabilitación en la parte que exceda a los 505.000 € procedentes del programa europeo «Heritage».
El 26 de julio de 2005, la Sociedad Cartagenera Puerto de Culturas adjudicó la obra de rehabilitación de esta fortaleza a la empresa UTE formada por Azuche y Villegas. Será esta la primera batería de costa que se rehabilite. (FUENTE: REGIÓN DE MURCIA DIGITAL)
Información
El edificio, construido en sólida sillería, se inscribe en una planta rectangular que quiebra hacia la mitad, por lo que presenta al exterior dos caras que se levantan sobre un primer cuerpo taluzado a modo de pedestal. Así, un flanco mira hacia Escombreras y el mar abierto, mientras que el otro vigila la estrechez del acceso a la dársena.
El exterior está dominado por la verticalidad de sus altos muros, horadados por las ocho cañoneras y elevados sobre un potente basamento también de sillería unida con argamasa de cal.
El acceso a su interior se efectúa por su fachada terrestre, a través de una puerta casi monumental, adintelada, que aún conserva muy deterioradas sus gruesas hojas de madera.
El interior se organiza en torno a un patio corredor en el que se abren armoniosamente las estancias abovedadas que albergan los cañones de mayor calibre, ocho en total, a través de grandes vanos en cuya parte superior se dispone una ventana que amplía el área de ventilación del humo de las pólvoras utilizadas al disparar las piezas. Cada una de estas estancias, comunicadas entre sí de cuatro en cuatro, están cubiertas con bóvedas a prueba de bomba.
En la terraza del edificio, a la que se accede a través de dos escaleras de caracol situadas en ambos extremos de la fortificación, se situaron los cañones de menor calibre. Los muros que cierran el fuerte por la parte de atrás están aspillerados para poder emplazar fuego de fusilería, y defenderse así de un ataque por tierra. (FUENTE: AFORCA y REGIÓN DE MURCIA DIGITAL)