A pesar de vivir en sociedades llenas de prejuicios contra las mujeres, estas pioneras cambiaron el saber humano con sus investigaciones.
Marisa Fatás
Las posibilidades para el desarrollo intelectual de las mujeres han sido escasas hasta tiempos recientes. Las leyes y la sociedad patriarcal así lo dictaban, por lo que hacerse un hueco en ciertos campos de conocimiento, reservado a los hombres, era toda una proeza.
Logros científicos como los de Hipatia de Alejandría (s. IV) o Mae Jemison (todavía viva) son una auténtica anomalía de su tiempo. La mayoría no tuvieron acceso a una formación reglada o se vieron obligadas a realizar sus investigaciones a escondidas, pues incluso en ciertos casos tenían vetado el acceso a los laboratorios. Aun así, gracias a su tenacidad y perseverancia, consiguieron sortear los obstáculos que, por su género o condición racializada, el sistema patriarcal les fue poniendo en el camino.
Para ellas, abrirse paso en el mundo de las ciencias supuso, y sigue suponiendo, un gran reto. Las historias de estas pioneras son inspiradoras, pues manifestaron la originalidad de su pensamiento, creativo e innovador, a pesar de las trabas. Y aunque parezca algo del pasado, según la ONU «la brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM) persiste desde hace años en todo el mundo. A pesar de que la participación de las mujeres en las carreras de grado superior ha aumentado enormemente, estas todavía se encuentran insuficientemente representadas en estos campos«. Aquí este homenaje en forma de fotogalería para visibilizar este problema persistente a día de hoy:
Hipatia de Alejandría

Se trata de la primera mujer matemática y astrónoma de la historia cuya obra está documentada. 1.600 años después de su nacimiento -alrededor del año 370 d.C. Gracias a sus escritos han llegado hasta nuestros días tratados matemáticos de la antigüedad. Entre ellos destaca la edición de los ‘Elementos de la Geometría de Euclides’, pues es la que aún se emplea actualmente. Asimismo, se le atribuye la autoría de un densiómetro, un aerómetro y un aparato para la destilación del agua. Gran oradora, fue profesora de matemáticas tanto de estudiantes paganos como de cristianos. A pesar de su tolerancia, fue acusada de blasfema y anticristiana por el obispo Cirilo, lo que desembocó en su brutal asesinato a manos de una turba de gente.
Hildegard von Bingen

Conocida como la primera sexóloga de la historia, la alemana Hildegarda (1098-1179) sentó las bases para el estudio de la ginecología y la salud femenina. Además de naturalista y científica, se desempeñó como filósofa, sanadora, teóloga, poeta y compositora. Con 38 años, una voz interna le reveló su designio: transmitir el conocimiento del mundo a través de la escritura. ‘Liber Scivias’ fue su primer libro, y en él recogía su propia visión cosmogónica, basada en la tradición griega. Finalmente, en el libro ‘Causa et curae’ recopiló sus conocimientos sobre la menstruación y síntomas como la amenorrea, ofreciendo consejos sobre alimentación para disminuir el exceso de sangrado.
Trótula de Salerno

Trótula (1110-1160), conocida como la primera ginecóloga de la historia, vivió en Salerno, donde se encontraba por aquel entonces la más famosa de las universidades del orbe conocido. En ella ejerció su magisterio sobre una materia que a los médicos de aquella época les estaba vedada: la atención de las mujeres en el parto. De su trabajo surgieron dos libros que marcaron la historia de la ciencia. ‘De passionibus mulierum ante in et post partum’, un libro ninguneado hasta comienzos del siglo XVI, cuando la imprenta le permitió hacerse más conocido y expandir los conocimientos estudiados sobre una nueva rama médica: la ginecología y obstetricia. También escribió ‘De ornatu mulierum’, en el que aparecen consejos para realzar la belleza y procurar la higiene.
Mary Anning

Aunque la recordamos como “la madre de la paleontología” o “la buscadora de fósiles”, Mary Anning (1799-1847) no recibió en vida el reconocimiento que merecía. A los 12 años encontró un cráneo que resultó ser el primer fósil completo de un ictiosaurio. A este le siguieron los dos primeros esqueletos de plesiosaurios y uno de pterosaurio. A pesar de ello, por ser mujer, no se le permitió formar parte de la Sociedad Geológica de Londres. Fueron los científicos hombres los que escribieron artículos sobre sus hallazgos que luego publicaban sin nombrarla. Todavía hoy la contribución de Anning a la comunidad científica no está suficientemente reconocida. Gracias a sus descubrimientos de los primeros restos de dinosaurios, se produjeron grandes cambios en las ideas sobre los orígenes de la Tierra.
Ada Lovelace

Considerada la primera programadora, Augusta Ada Byron (1815-1852), condesa de Lovelace, fue la primera persona en escribir un algoritmo apto para ser procesado. Lo hizo a partir de la Máquina Analítica, invento de Charles Babbage, capaz de realizar cualquier cálculo matemático. Además de explicar cómo se introduciría dicho algoritmo y las operaciones que debería realizar la máquina para calcularlos, descubrió que también se podrían procesar otros símbolos, como las notas musicales o las letras. En otras palabras, la “científica poetisa” -hija del poeta romántico Lord Byron, así se llamaba así misma-, imaginó algo que todavía no existía: el ordenador.
Marie Curie

Maria Salomea Sklodowska (1867-1934), nacida en Varsovia, fue la primera mujer en recibir un premio Nobel y la primera persona en recibir dos. Licenciada en Física y Matemáticas en la Sorbona, dedicó su tesis doctoral a profundizar en la radiación espontánea del uranio a partir de los trabajos previos llevados a cabo por el científico Henri Becquerel. Inició, junto a su marido Pierre Curie, investigaciones en torno a la radiactividad que les llevaron a descubrir el polonio y el radio. En 1911 recibió el Premio Nobel de Física, compartido con su esposo y Becquerel. En 1906 recibió una cátedra en la Sorbona, convirtiéndose así en la primera mujer de Francia en ocupar dicho puesto. En 1911 recibió el Premio Nobel de Química por sus avances en el estudio de la naturaleza y los compuestos del radio.
Henrietta Leavitt

Pionera de la cosmología moderna, la astrónoma americana Henrietta Swan Leavitt (1868-1921) reveló el universo. Tras graduarse, trabajó en “el harén de Pickering” o “las computadoras”, un grupo de mujeres del Observatorio de Harvard liderado por Charles Pickering, cuya ambiciosa misión era la catalogación de cada estrella del firmamento. Fue un trabajo mecánico, infravalorado y mal pagado, pero allí descubrió 2.400 Cefeidas, estrellas variables que brillaban intermitentemente. A partir del hallazgo, estableció la relación entre su luminosidad y los periodos con los que cambiaban el brillo: cuanto más brillante era una estrella, más duraba su pulsación. La ley de Leavitt permitió calcular la distancia a la que se encuentran estrellas y galaxias del planeta Tierra, permitió determinar que el universo se estaba expandiendo y facilitó la comprensión de las escalas cósmicas. También desarrolló un patrón de medidas fotográficas y descubrió cuatro estrellas novas. Aunque su trabajo no fue reconocido en vida, en 1925 fue nominada a título póstumo para el Premio Nobel.
Rosalind Franklin

A pesar de que su padre rechazó su vocación científica, Rosalind Franklin (1920-1958) se mantuvo firme y dedicó su vida a las Ciencias Naturales, convirtiéndose en la primera persona en observar la forma del ADN y detallar su estructura helicoidal. Sin embargo, los científicos James Watson y Francis Crick robaron las imágenes que le habían permitido a Rosalind verificar su descubrimiento, así como sus deducciones, y las publicaron bajo sus propios nombres en un artículo de 1953 donde se detallaba por primera vez la estructura del ADN. Fueron ellos, de hecho, quienes recibieron el Nobel de Medicina en 1962 por el descubrimiento, usurpándoselo de esta forma a Rosalind Franklin. A esta gran científica se le otorgan también importantes investigaciones en el campo de la virología, en el estudio del carbón y en la dominación de pioneras técnicas de rayos X.
Jane Goodall

Pionera en el estudio de los chimpancés, Jane Goodall (1934) llegó a África con 20 años, donde entró en contacto con Louis Leakey, antropólogo, paleontólogo y arqueólogo, quien organizó expediciones para recabar información sobre los primates. Jane se dirigió a la selva de Gombe, en Tanzania, para observar a los chimpancés. Sus compañeras, Dian Fossey y Biruté Galdikas, estudiaron por su cuenta a gorilas u orangutanes, respectivamente. Aquel grupo, gracias a sus investigaciones, inauguró los estudios de primatología. Posteriormente, Goodall se doctoró en Cambridge, lo que le permitió dar clases en la Universidad de Stanford. Fue en 1961 cuando recibió una beca de la National Geographic Society para financiar sus investigaciones en Gombe. Allí descubrió la habilidad de los chimpancés para manejar objetos y modificarlos a su conveniencia para obtener sus fines. Sus observaciones en Gombe sobre los rasgos distintivos de los individuos y su manera de relacionarse y comunicar estados de ánimo -relatadas en su obra ‘A través de la ventana’– revolucionaron los estudios del campo de la etología.
Aquí puedes encontrar el artículo original | National Geographic España
Fuente: Fatás, Marisa. 9 de febrero de 2024. Rosalind Franklin, Jane Goodall y otras 14 científicas que cambiaron el mundo. National Geographic España
Fotos:
- Hipatia de Alejandría: Hipatia, por Julius Kronberg (1889) / Wikimedia Commons
- Hildegard Von Bingen: CordonPress
- Trótula de Salerno: Creative Commons
- Mary Anning: Creative Commons
- Ada Lovelace: Margaret Sarah Carpenter (1836) / Wikipedia
- Marie Curie: Gettyimages / Credit: George Rinhart
- Henrietta Swan Leavitt: CordonPress
- Rosalind Franklin: Gettyimages / Credit: Universal Historical Archive
- Jane Goodall: Gettyimages / Credit: Apic
- Foto destacada: iStock / Credit de blueringmedia