Mónica y Javier salieron de Librilla en bicicleta el pasado 25 de julio rumbo a la ciudad del amor y vuelven a Murcia este jueves
1655 kilómetros separan Librilla de París. Un trayecto que los murcianos Javier y Mónica, de veintinueve años, han hecho en bici en tan solo veinticinco días. Javier salió de su casa en Alhama el pasado 25 de julio, recogió a Mónica en Librilla a las ocho de la tarde, y juntos llegaron a Murcia una hora y veinte más tarde. Desde allí, recorrieron juntos todo el camino: primero a Cofrentes, después a Pamplona e Irún. A través de la frontera con el País Vasco, pasaron a Francia y llegaron a París atravesando Royan, Vouillé y Orleans.
Una ruta de viaje concluida en 24 etapas. «Llevaba años estudiando la oposición de bombero y, durante ese tiempo, la única forma de relajar la cabeza era imaginar viajes», explica Javier. Desde el principio, sabía que quería pedalear hasta un monumento grande, «y no sé por qué me dije: cuando apruebe voy a ir a París en bicicleta».
Aunque el alhameño ya había estado en la ciudad del amor cuando era pequeño, Mónica, que trabaja como maestra en un colegio, nunca la había visitado, «le hacía mucha ilusión ir. Y le dije: te voy a llevar, pero vamos a ir en bicicleta», explica Javier entre carcajadas. Y sin darle muchas vueltas se embarcaron juntos en la aventura «un poco de locura», admite el de Alhama.
En España, montaban en las bicis a las siete de la mañana para aprovechar las horas más frescas del día y sobre las dos del mediodía terminaban de darle a los pedales. En Francia, como el tiempo lo permitía, se despertaban más tarde y por la tarde recorrían más trayecto.Y las carreteras secundarias y nacionales «de alguna manera más intranquilos», como asegura Javier, desaparecieron una vez entrado a Francia, donde son «más conscientes de que la gente viaja en bici», y avanzaron por la Vélodyssée, ruta que recorre la Costa Atlántica del país.



Y mientras que en terreno nacional buscaban un albergue u hotel con aire acondicionado para poder pasar la tarde tranquilamente, en Francia dormían siempre en un camping, «llevábamos la tienda de campaña en el equipaje», explica Javier. También el camping gas, la ropa y lo necesario para el día a día, «en más de una ocasión, hemos parado en un semáforo o en un mirador a echar una foto y a Mónica se le iba la bici para el lado de lo que pesaba», dice asegurando «todo era un poco de filosofía».
Encontrar un alojamiento donde dormir también ha sido improvisado, «teníamos la ruta, pero cada día mirábamos más o menos hasta donde íbamos a llegar» explica el murciano, y aunque dice que no han tenido «demasiada complicación», en Francia han encontrado algún camping lleno, «pues nos quedábamos en el siguiente. Si en uno no se podía, a 3 kilómetros había otro», comenta el alhameño.
Unos días hacían más kilómetros y otros menos, «por no saltarnos Teruel o Pamplona, dormimos allí y solo hicimos 40», aclara Javier. Pero lo normal era que la pareja llegase auna media diaria de 65 kilómetros. Y aunque han intentado ser constantes todos los días, «hiciese calor o lloviese» como expresa el murciano, en Pamplona pararon un día a descansar del agotamiento de las primeras etapas y en Orleans tuvieron que reducir el recorrido por la lluvia, «nos quedaban dos etapas y la idea era hacer muchos kilómetros, todos los posibles, para acercarnos lo máximo a París», dice explicando que «hasta el camping tuvimos que hacer otra hora más en la que nos íbamos mojando».
«Le hacía mucha ilusión ir. Y le dije: te voy a llevar, pero vamos a ir en bicicleta», explica Javier
Alcanzaron el monumento más importante de la capital francesa este domingo por un carril bici pegado al Sena, «Mónica se emocionó cuando estuvimos debajo de la Torre Eiffel», expresa con cariño el alhameño, pues asegura que la joya de la corona del viaje ha sido «llegar a París». El lunes cogieron un autobús turístico que pasa por el centro a vista general, y por la tarde fueron al Museo del Louvre para, como dicen entre risas, «ver si la Gioconda nos devuelve la sonrisa».
Tenían pendiente ir al Palacio de Versalles y ver de nuevo la escultura, aunque admitieron haber estado tan concentrados en «darle a los pedales» que no han pensado qué hacer. Volvieron a Librilla para las fiestas, «para estar en las carrozas con la familia y los amigos», pasando en tren hacia Irún y, desde Hendaya, en un coche alquilado hasta Murcia.
Fuente: La Opinión de Murcia