Lujo, romance… y una verdad incómoda
La campaña “No lo llames amor” de Yves Saint Laurent Beauty comienza con todos los ingredientes del cliché romántico parisino: una pareja joven, atractiva, exitosa y rodeada de un entorno lujoso que parece sacado de un anuncio tradicional de perfume. La cámara, la música, el ritmo… todo nos lleva por el camino de la belleza y la idealización del amor de película. Hasta que algo se quiebra.
Lo que parecía una historia de ensueño se convierte en una narrativa escalofriantemente real, en la que se exponen sin filtros conductas de violencia psicológica y emocional: control, celos, aislamiento, vigilancia, manipulación. Actitudes que a menudo se enmascaran bajo frases como “lo hace porque me quiere” o “es que soy muy especial para él/ella”.
Un giro final que desarma
Es en los últimos segundos donde la campaña alcanza su punto más alto. Lo que hasta entonces parecía otro anuncio más de lujo se transforma en una poderosa herramienta de denuncia. La frase que cierra el vídeo, “No lo llames amor”, se impone con crudeza, y cambia por completo el significado de todo lo que acabamos de ver. Es un plot twist emocional y educativo que obliga al espectador a repensar sus referentes sobre el amor romántico.
Más que publicidad: activismo de marca
Lo más valioso de esta campaña es que no se queda en el impacto superficial. Forma parte de una iniciativa global real, con resultados tangibles. Desde 2020, YSL Beauty ha destinado más de 5,2 millones de euros a proyectos contra la violencia de género y ha formado a más de 1,3 millones de personas en 25 países, trabajando con ONGs y especialistas. Es decir: esta acción no es una excepción, es parte de una estrategia coherente y continuada.
El marketing también puede incomodar
Muchas marcas rehúyen los temas incómodos. YSL, en cambio, se atreve a hablar donde otros callan. ¿Es incómodo? Sí. ¿Es necesario? También. El marketing puede y debe ser más que un simple vehículo de consumo. Puede ser un espacio de cuestionamiento y transformación social. Esta campaña nos lo recuerda con contundencia.
Al usar los códigos del lujo, la estética idealizada y la narrativa aspiracional para desenmascarar conductas tóxicas, la marca demuestra que la forma también puede servir al fondo, y que una campaña puede ser al mismo tiempo bella, emocional y profundamente política.
Conclusión: esto sí es amor por el cambio
“No lo llames amor” no es solo una campaña. Es una declaración de principios. YSL Beauty no se limita a vender un perfume, sino que interpela, educa y moviliza a quienes la ven. El marketing, cuando se hace con responsabilidad y visión, puede ser una herramienta de concienciación poderosa. Esta pieza lo demuestra sin caer en moralismos, sin abandonar la belleza visual, pero sacudiéndonos por dentro.
Ojalá muchas más marcas se atrevan a incomodar. Porque si el amor no es libertad, no es amor.

Diseñadora gráfica creativa, pelirroja (de bote) y escorpio