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Personajes

¿Qué son instintos del Eneagrama?

Dentro del Eneagrama, los instintos son un elemento clave para comprender cómo se manifiesta cada tipo de personalidad en la vida cotidiana. Más allá del eneatipo, existen tres impulsos biológicos fundamentales que influyen en nuestro comportamiento y en la forma en que tomamos decisiones, y conocerlos permite identificar con mayor precisión la dinámica interna de cada persona. Los impulsos son:

  • Conservación: enfocado en la seguridad, el bienestar físico y los recursos.
  • Social: orientado a la pertenencia, los grupos y el rol dentro de la comunidad.
  • Sexual / Uno a Uno / Transmisor: centrado en la conexión íntima, la intensidad y la atracción.

Estos instintos son innatos y están profundamente arraigados en nuestro cuerpo. Surgieron como estrategias esenciales de supervivencia y garantizaron nuestra evolución como individuos y como especie. Hoy en día continúan moldeando cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno.

Aunque todos contamos con los tres, normalmente uno se vuelve dominante y se convierte en el filtro principal a través del cual interpretamos la vida. El segundo instinto también influye, mientras que el tercero suele permanecer más reprimido o descuidado. Cada uno aporta una forma particular de buscar lo que creemos que necesitamos para sentirnos bien en el mundo.

Una metáfora útil para entenderlos es imaginar que tu eneatipo es un plato de comida: el instinto es la estrategia con la que decides cómo comerlo, qué es prioritario y qué dejas para después. Por este motivo, conocer tu instinto dominante es esencial para profundizar en tu autoconocimiento y desarrollo personal


El instinto Sexual, también llamado Uno a Uno o Transmisor, se orienta hacia la búsqueda de intensidad y conexión profunda con otros. Las personas con este instinto dominante necesitan sentir una chispa especial en sus vínculos, ya sea emocional, intelectual, espiritual o física. Viven la vida como una constante atracción hacia lo que les resulta apasionante: proyectos, ideas, experiencias o personas. Su atención está puesta en aquello que promete transformación, expansión o una vivencia significativa. Priorizan la autenticidad y pueden sentir frustración cuando sus relaciones o actividades carecen de fuerza o profundidad. A veces, su intensidad les lleva a idealizar o volverse impacientes, buscando continuamente estímulos que mantengan el interés vivo. Su reto de crecimiento está en aprender a sostener la calma interna y el compromiso estable, incluso cuando la realidad no es tan vibrante como imaginan.


El instinto Conservación se enfoca en la seguridad, el autocuidado y la gestión de recursos. Quienes lo tienen dominante suelen mirar el mundo evaluando qué necesitan para sentirse estables y protegidos: salud, dinero, alimento, descanso, comodidad o rutinas claras. Son personas que valoran la previsión, la organización y el entorno familiar o personal donde pueden sentirse a salvo. Su mente suele estar orientada a mantener lo que tienen y evitar riesgos innecesarios. A veces, esta búsqueda de protección puede llevarles al exceso de control o a preocuparse más de la cuenta por lo material o corporal. Sin embargo, cuando está equilibrado, este instinto aporta una enorme capacidad de cuidado, nutrición, presencia y responsabilidad. Su mayor aprendizaje consiste en confiar más en la vida y abrirse a la experiencia, sin miedo a perder estabilidad.


El instinto Social se centra en el grupo, la pertenencia y el intercambio con los demás. Las personas con este instinto dominante orientan su atención a entender dinámicas sociales, espacios de colaboración y el rol que ocupan dentro de su entorno. Se interesan por causas colectivas, proyectos compartidos, redes de apoyo o comunidades que les permitan crecer junto a otros. Su identidad suele sentirse reforzada cuando contribuyen y tienen un lugar reconocido dentro del grupo. En ocasiones, pueden caer en la comparación, la necesidad de aprobación o el miedo a sentirse excluidos. Sin embargo, cuando está bien integrado, este instinto aporta una gran capacidad de cooperación, empatía, visión comunitaria y construcción de vínculos sanos. Su reto consiste en recordar que su valor no depende únicamente de su función social, sino también de su autenticidad e individualidad.