A través de un vasto recorrido histórico y geográfico, desde la Roma antigua hasta la Corea moderna, Acemoglu y Robinson demuestran que las instituciones inclusivas son las que generan prosperidad a largo plazo, ya que incentivan la inversión, la innovación y la educación, al garantizar los derechos de propiedad, un sistema judicial imparcial y oportunidades para todos. Por el contrario, las instituciones extractivas, aunque pueden generar un crecimiento rápido en el corto plazo, son insostenibles y conducen a la pobreza y la inestabilidad. El libro desafía las teorías que atribuyen la desigualdad al clima, la geografía o la cultura, y enfatiza el papel crucial de las decisiones políticas en la configuración del destino económico de las naciones.
