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Es sabido que la Guerra de Cuba incitó a la generación del 98 a reflexionar sobre las causas del desastre y cómo superarlo. Se sabe menos que, aparte de las meditaciones dolidas de Unamuno y sus colegas, el revulsivo estimuló un proceso de modernización que llevó al Estado a echar los cimientos de un sistema nacional de investigación.

El premio Nobel obtenido por Ramón y Cajal en 1906 y la creación de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en 1907 señalan simbólicamente la apertura de una ventana de oportunidad para las mujeres que, “sin sombrero y con bata”, decidieron ejercer profesiones relacionadas con la ciencia y la innovación.

Ofrecer una síntesis biográfica de una docena de integrantes de esta generación es el cometido que se fijaron las autoras de Tras las huellas de científicas españolas del XX: Isabel Delgado Echeverría, Mª José Barral Morán y Carmen Magallón Portolés.

El recorrido por sus itinerarios vitales deja claro que la ventana de oportunidad que se les abrió era bastante estrecha, pues si bien soplaban vientos a favor de la educación femenina, las trabas a los puestos universitarios y de investigación eran capaces de frustrar a las que no tuviesen una fuerte motivación y el respaldo indispensable.

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