Viajar con los sentidos: la importancia de la gastronomía y la cultura local
Una de las cosas que más disfruto al viajar es dejarme llevar por los sabores, los olores, las texturas… porque la gastronomía no es solo comida: es historia, identidad y emoción.
Cada vez que pruebo un plato típico de un lugar, siento que me conecto directamente con su gente, su pasado y su forma de ver el mundo. Una sopa caliente en una taberna de Rumanía, un pastel de nata en una cafetería lisboeta, o un tajín compartido en una terraza marroquí, no son simples comidas: son momentos que cuentan algo. Cocinar con ingredientes locales, preguntar por recetas tradicionales o simplemente comer donde comen los lugareños, me ha enseñado más que cualquier guía de viajes.
Además, creo que conocer la cultura local –sus costumbres, sus fiestas, su música, su manera de entender la vida es lo que realmente convierte un viaje en una experiencia transformadora. Es lo que te hace recordar un destino con cariño, no solo por lo que viste, sino por cómo te hizo sentir.
Viajar no es solo moverse, es saborear, escuchar y abrirse. Y cuanto más nos acercamos a la gastronomía y cultura de un lugar, más auténtico se vuelve el recuerdo.
Lisboa
La gastronomía lisboeta es una caricia al paladar. No puedes visitar la ciudad sin probar el mítico bacalao en cualquiera de sus versiones, especialmente el bacalhau à Brás. Los pasteis de nata recién salidos del horno en Belém son una experiencia religiosa. Acompañarlo con un café bien cargado, escuchando fado de fondo, es puro placer. También destacan los mariscos frescos y los guisos tradicionales que combinan sencillez y sabor con maestría.



Malta: fusión mediterránea con identidad propia
La comida en Malta es un reflejo de su historia multicultural. Encontrarás influencias italianas, británicas y árabes. El ftira, un pan local parecido a la focaccia con aceite de oliva y tomate, es una delicia. El conejo estofado (fenek) es el plato nacional, y sorprende lo sabroso que es. Los pastizzi, hojaldres rellenos de ricotta o guisantes, son perfectos para picar por la calle. Además, la isla ofrece pescado fresco y ensaladas con ingredientes locales muy sabrosos.



Iași, Rumanía: tradición y corazón en cada plato
Iași es el corazón del este rumano, y su cocina es cálida, contundente y reconfortante. Los sarmale (rollitos de col rellenos de carne) y la mămăligă (una especie de polenta) son platos que no pueden faltar. También probé la ciorbă de burtă, una sopa cremosa de tripa muy tradicional. De postre, el cozonac, un pan dulce con nueces o cacao, te deja el alma calentita. Comer en Iași es como volver a casa, aunque sea la primera vez que la visitas.


