Crítica de cine: Romeo + Julieta

Romeo + Julieta: Shakesperare con gasolina y neón

Texto: José Miguel Lax Asís

Baz Luhrmann no adaptó a Shakespeare. Lo metió en una licuadora con MTV, cápsulas de éxtasis, una Biblia con balas y el cadáver glamuroso del amor adolescente. Lo que salió fue Romeo + Julieta, esa extrañeza noventera que aún hoy parece un videoclip con complejo de tragedia. Y sin embargo, funciona.

No por respeto al original, desde luego. El respeto aquí se dispara con revólveres plateados llamados “Sword” y se recita con dicción de instituto público. Diálogos en verso isabelino entre actores empapados en sudor, lágrimas y gasolina. Un Romeo-Leonardo DiCaprio que llora como si no supiera que va a convertirse en póster global. Una Juliet-Claire Danes que parece salida de un anuncio de perfume caro, pero con la pureza devastadora de quien aún cree que el amor puede más que la pólvora.

Luhrmann no quiere sutilezas. Quiere fuegos artificiales, íconos religiosos y un tiroteo en una gasolinera mientras suena Radiohead. Quiere que sientas que la tragedia de Verona es la misma de cualquier fiesta que termina mal: ruido, luces, cuerpos que caen. Lo cursi se vuelve sublime por acumulación. Lo ridículo se transforma en belleza por saturación. Y Shakespeare, que ha sobrevivido siglos de interpretaciones, sobrevive también a este exceso barroco con traje de charro.

No se trata de entender. Se trata de mirar. De dejarse arrastrar por una misa donde los fieles son adolescentes armados y el coro canta con angustia hormonal. Hay algo profundamente honesto en esa falta de vergüenza. Como si Luhrmann supiera que el amor verdadero solo puede ser expresado a gritos, en una iglesia, con una pistola apuntando al corazón.

Y aunque todo grita “exceso”, lo que queda al final es una extraña ternura. Una postal religiosa del amor imposible, donde el kitsch y la tragedia se abrazan como dos adolescentes que no saben que van a morir. O sí lo saben, pero no les importa.

Porque el amor, como el cine de Luhrmann, no busca salvarse. Solo busca brillar antes de estrellarse.

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