Martha Graham: referencia de primer orden.
Martha Graham fue una bailarina y coreógrafa estadounidense de danza contemporánea, de las más longevas de la historia de la danza (Allegheny,11 mayo 1894-1 abril 1991 Nueva York), a pesar de que comenzase a bailar con 22 años, se mantuvo en los escenarios hasta que cumplió los 77, siendo su último papel el de Hécuba en Cortege of Eagles.
Consideraba que la danza contemporánea no era producto de la invención, sino el redescubrimiento de los principios primarios. Se formó en danza clásica con Ruth St. Denis y Ted Shawn, en su escuela Denishawn; en sus memorias cuenta de que a pesar de que ella idolatraba a Ruth, quien la lanzó a los escenarios fue su marido Ted Shawn, en una función donde la bailarina principal se había lesionado y el coreógrafo no estaba contento con ninguna interpretación, ella se levantó y demostró que podía interpretar ese papel, gustando tanto su actuación a Shawn que desde ese momento ella figuró como bailarina en todos los espectáculos.
Tuvo una vida complicada debido a la economía, tanto de niña como de adulta. A la hora de desarrollar su danza le influye mucho la profesión de su padre, que era médico experto en desórdenes nerviosos y ponía mucha atención a los movimientos del cuerpo para diagnosticar, pues creía en la habilidad del cuerpo para expresar lo que tiene dentro. Esto marca mucho la forma de trabajar de Martha, pues es una de sus creencias más arraigadas. Siempre fue la “niña rebelde”, en casa y en el mundo profesional, ya que no se conformaba y siempre buscaba llegar más allá. Era muy estricta con todo lo que hacía, tanto profesional como personalmente, pero podía permitírselo porque siempre entregaba todo lo que tenía.
Una frase que ha marcado a aquellos que la conocieron y que permanece hoy en día en los que continúa con su trabajo es: “el único pecado es la mediocridad”. Podemos verlo perfectamente al
empezar a leer sus memorias, pues una de las primeras frases que llaman la atención del lector es: “la práctica es el medio de lograr la perfección deseada”; y una de las últimas: “cuando hayas realizado el mismo movimiento una y otra vez, no te canses de ti, limítate a pensar que danzas hacia tu muerte”, cuenta mientras habla de su actuación como La Elegida en La consagración de la primavera, obra que posteriormente coreografiará con 90 años.
Empezó como profesora en Denishawn y en otras escuelas, ya que además de necesitar dinero para subsistir, todo el mundo le decía que no podía bailar por su aspecto físico, ya que no encajaba en los cánones de la época. Después de un tiempo de hacer esto y de haber experimentado con el movimiento en sus alumnos, montó su propia compañía, acompañada del pianista y compositor Louis Horst, que dejó la escuela al mismo tiempo que ella. Este decía que “lo que se expresa con la danza es la figura de la música”, y su filosofía y modo de trabajo encajaba tan bien con la bailarina
que se mantuvieron unidos hasta el último momento. Ella tuvo una lesión de rodilla en una actuación en Londres bailando con el que era su pareja en ese momento y que había sido su alumno previamente, Erick Hawkings, el cual tuvo que ayudarla a salir de escena y después de eso dieron la función por acabada. Cuenta que después de eso la relación de ambos se rompió y que fue una de las peores etapas de su vida pues se sintió decepcionada y utilizada, pero a pesar de eso no obligó a nadie a permanecer a su lado, pues creía en la libertad individual por encima de todo.
Después de unos años duros se recuperó y volvió a estar al mando de su compañía del mismo modo que antes de lesionarse; del mismo modo se recuperó también cuando a los 94 años tuvieron que internarla en el hospital por una enfermedad que la mantuvo mucho tiempo en coma,
pero que consiguió superar a pesar de los pronósticos médicos, muriendo de causas naturales en el momento en que coreografiaba un ballet encargado por España.
A día de hoy su escuela sigue en pie y su técnica es referencia para cualquier bailarín contemporáneo. Recibió galardones y medallas que la nombran como “la bailarina del siglo” y que la elevan a la categoría de Tesoro Nacional de los Estados Unidos, con la Medalla Presidencial de la Libertad, siendo la primera bailarina y coreógrafa en recibirla; algo que no es de extrañar, pues la revolución que supuso en el mundo de la danza tanto americana como mundial sigue vigente hoy en día.
Comentarios